La Ciudad - Alicante

El emplazamiento de Alicante, en un área de convergencia de caminos naturales ubicado frente al mar y protegido por varios cerros de gran valor defensivo, fue decisivo para propiciar los primeros asentamientos humanos. Existen vestigios de la existencia en la Edad del Bronce de un yacimiento ubicado en la Serra Grossa datado en el segundo milenio a.C. Igualmente hay numerosos restos de la época ibérica resaltando los de la Albufereta con la destacada ciudad fortificada del Tossal de Manises constatándose una ocupación desde el s. IV a. C. hasta los s. III y IV d.C.

También está constatada la existencia de la ciudad romana denominada Lucentum. La primera ciudad musulmana se desarrolla al pie del Benacantil por motivos defensivos. Alicante se convirtió en un punto de aprovisionamiento marítimo y se gestó un floreciente comercio.

En 1244 por el tratado de Almizra, se fijan las fronteras entre Castilla y Aragón quedando Alicante incluida entre los territorios castellanos. Tres años después, en 1247, la ciudad fue conquistada por Alfonso X construyéndose así la "Vila Nova" en contraposición con la "Vila Vella" musulmana. En 1296 Jaime II incorpora definitivamente la villa de Alicante al Reino de Valencia y dos siglos después, en 1490, Fernando II el Católico eleva la villa de Alicante al rango de ciudad.

En el siglo XVI se produjo un gran crecimiento poblacional debido al desarrollo del comercio, artesanía de exportación y a una próspera agricultura local. En esta época se inició la construcción de dos arrabales extramuros: el marítimo de San Francisco y el Interior de San Antón. La ciudad duplicó sus habitantes de 1510 a 1609. En los siglos XVII y XVIII el puerto dinamiza las transformaciones urbanísticas de la ciudad, se habilita para comerciar con América y se crea un consulado de Mar y Tierra para fomento de la navegación y la agricultura. En 1797 Alicante ya contaba con veinte mil habitantes.

El siglo XIX se caracteriza por la demolición de las murallas, la creación de nuevos barrios y la llegada del ferrocarril. Pero es en el siglo XX cuando la intensificación de las actividades secundaria y terciaria, su consolidación como centro de servicios y el desarrollo turístico provocan el desarrollo actual de la ciudad.

Una ciudad moderna y cosmopolita como Alicante tiene un barrio viejo, a menudo poco o nada conocido para el visitante e incluso para el ciudadano local, que guarda secretos y que puede sorprender como rincón típico y remanso de paz donde el reloj parece haberse parado en el tiempo.

Arracimado sobre las laderas del monte Benacantil cuyo Castillo de Santa Bárbara le servía de protección, va desarrollándose un casco antiguo donde se han descubierto vestigios tardorromanos, restos de murallas medievales y calles de la Edad Moderna.

A espaldas del Ayuntamiento, en la recoleta plaza de la Santísima Faz, podemos iniciar el recorrido, ascendiendo por la calle de San Agustín hasta llegar a la plaza de Quijano, una de las más antiguas de Alicante. De ahí, a través de la calle de Pedro Sebastià arribaremos a la de San Roque, copatrón de la ciudad, donde se encuentra la ermita del mismo nombre, erigida en 1559, reconstruida en 1875 y restaurada muy recientemente. En su interior se encuentra el Cristo Gitano, grandemente venerado por las gentes del barrio donde ya nos encontramos, que no es otro que el Barrio de San Roque, el más típico de Alicante.

En calles como las de Toledo, San Luis y Diputado Auset descubriremos el Alicante oculto, insólito, de casas pulcras, con fachadas coloristas cuajadas de flores, rejas de forja, mosaicos de azulejería donde descubrir el afecto que sienten sus moradores por la Santa Faz y también algunas viejas fuentes. Calles empinadas, angostas, de reminiscencias árabes, casi silenciosas que van a morir en la ermita deiciochesca de Santa Cruz, allá en lo más alto, con una explanada delante de ella donde se escuchan conciertos de música clásica en verano y desgarradoras saetas cuando la Semana Santa propicia que de aquel humilde lugar salga la más hermosa y emotiva procesión alicantina cuyos costaleros tendrán en algunos tramos que bajar los pasos, uno de ellos nunca mejor llamado del Descendimiento, de rodillas.

Fuente: Ayuntamiento de Alicante